Siete años de sequía bursátil; la última empresa fue en 2017.
CDMX.- Este 10 de noviembre se cumple una fecha que marca un hito en la historia financiera del país: siete años sin que ninguna compañía haya realizado su debut en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV). Esta racha, considerada la más larga en la historia contemporánea de la BMV, plantea serias interrogantes sobre el atractivo del mercado accionario para nuevas empresas y los desafíos que enfrentan los emprendedores nacionales.
La última empresa en unirse al selecto grupo de compañías que cotizan en la BMV fue en noviembre de 2016, cuando el grupo de alimentos y bebidas “Alsea” realizó su oferta pública inicial. Desde entonces, el índice de captación de nuevas empresas ha mostrado una tendencia a la baja, que refleja la falta de confianza de los inversionistas y un entorno económico incierto.
Este largo periodo sin nuevos ingresos al mercado de valores se debe a una combinación de factores, incluyendo la incertidumbre económica, la inestabilidad política generada en los últimos años y el impacto de la pandemia de COVID-19, que ha afectado gravemente a múltiples sectores, especialmente a aquellos que tradicionalmente buscan financiamiento en los mercados públicos.
Expertos en finanzas y economía han sugerido que la falta de un ambiente propicio para las inversiones es un obstáculo significativo. La volatilidad en los mercados globales, la inflación y las políticas fiscales restrictivas han generado una atmósfera de desconfianza que se traduce en una menor disposición de las empresas a salir a bolsa.
Las empresas que desearían debutar han señalado que los costos asociados a un IPO (oferta pública inicial) en la BMV son elevados, además de la burocracia que deben enfrentar. La complejidad de los requisitos para cotizar y la falta de incentivos fiscales son aspectos que también generan desinterés entre las empresas emergentes.
Por otro lado, el auge de las plataformas digitales y alternativas de financiamiento, como el capital de riesgo y el crowdfunding, ha proporcionado a los emprendedores otras vías para obtener recursos, lo que ha reducido su dependencia del mercado de valores. Este fenómeno está transformando la manera en que las empresas financian su crecimiento, alejándose de la BMV.
La falta de nuevos jugadores en la BMV también significa una menor liquidez en el mercado, lo que puede afectar negativamente a los inversionistas existentes. Una plaza bursátil con poca actividad puede desincentivar a los inversionistas en el largo plazo, generando un círculo vicioso que podría ser difícil de romper.
Ante este panorama, es fundamental que las autoridades y reguladores financieros consideren implementar medidas que faciliten el acceso al mercado de valores para nuevas empresas. Esto podría incluir la simplificación de procesos administrativos, incentivos fiscales y la creación de programas de capacitación para los emprendedores sobre cómo acceder al financiamiento en la bolsa.
La situación actual de la BMV también ha llevado a cuestionar el papel de las instituciones financieras en el apoyo a las empresas. Se requiere una mayor colaboración entre el sector privado y el público para fomentar un ecosistema que favorezca la creación de empresas y, por ende, la posibilidad de que estas empresas se aventuren en el mercado de valores.
Además, es importante destacar que el entorno internacional también juega un papel crucial en la debilidad de la BMV. La competencia creciente de otras plazas bursátiles en el continente, que ofrecen regulaciones más flexibles y mejores condiciones para los emisores, atrae la atención de empresas que podrían haber considerado a la BMV como su primera opción.
En este contexto, el papel de los medios de comunicación es vital. La información precisa y oportuna puede ayudar a educar a los emprendedores sobre las oportunidades que ofrece la bolsa, así como sobre las estrategias para mejorar su visibilidad en el mercado.
La falta de nuevos ingresos a la BMV no solo es un tema económico, sino también de confianza en el sistema financiero mexicano. La percepción de un mercado estancado podría desincentivar la inversión extranjera, que es crucial para el crecimiento y desarrollo de la economía nacional.
A lo largo de estos siete años, el mercado ha observado una serie de cambios significativos, pero quizás el más preocupante es la escasa diversificación del mismo. Una bolsa con pocos actores se vuelve vulnerable a las fluctuaciones de las acciones de un número limitado de empresas, lo que puede generar incertidumbre entre los inversionistas.
Con la mirada puesta en el futuro, es imperativo que las empresas, inversionistas y reguladores trabajen de la mano para revitalizar la BMV. Las estrategias deben centrarse en promover una cultura bursátil, donde los emprendedores vean el mercado de valores no solo como un lugar para obtener financiamiento, sino como una plataforma para fortalecer su imagen y reputación.
Finalmente, el reto es grande, pero los beneficios potenciales de un mercado bursátil dinámico y activo son aún mayores. La creación de un entorno favorable no solo beneficiará a las empresas que buscan crecer, sino que también fortalecerá la confianza de los inversionistas, impulsando la economía en su conjunto.
En conclusión, siete años sin nuevas empresas en la Bolsa Mexicana de Valores reflejan no solo desafíos internos, sino también factores externos que han alterado la dinámica del mercado. La recuperación del apetito por las IPOs dependerá de un conjunto de medidas que incluyan reformas, incentivos y un compromiso claro con la mejora del ecosistema financiero, que permita dar nuevas oportunidades a las empresas emergentes en el país.
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