Departamento de Justicia de EE. UU. acusa a iraníes de planear el asesinato de Trump.
**Washington revela un complot iraní para asesinar a Donald Trump**
WASHINGTON.- En un giro inesperado de los acontecimientos, el Departamento de Justicia de Estados Unidos anunció el viernes la desarticulación de un complot iraní destinado a asesinar al presidente electo Donald Trump. Los detalles de la denuncia, que se hizo pública en un tribunal federal de Manhattan, revelan una serie de circunstancias alarmantes que han puesto en alerta a las autoridades estadounidenses.
El principal involucrado en el complot es Farhad Shakeri, un presunto agente del gobierno iraní que ha pasado tiempo en prisiones estadounidenses por robo. Según las autoridades, Shakeri mantiene una red de asociados criminales que participan en los planes de asesinato orquestados desde Teherán. La investigación indica que Shakeri recibió instrucciones directas de un funcionario de la Guardia Revolucionaria Paramilitar de Irán en septiembre pasado. Este contacto le encomendó que elaborara un plan para vigilar y finalmente eliminar a Trump en un plazo de siete días.
Shakeri reveló a los investigadores que su contacto iraní dejó claro que ya se había invertido una cantidad considerable de dinero en el plan, afirmando que “el dinero no es un problema”. Sin embargo, el funcionario también insinuó que si no se lograba desarrollar un plan eficaz en el tiempo estipulado, el complot se suspendería hasta después de las elecciones, ya que se presumía que Trump perdería y que sería más sencillo llevar a cabo el asesinato bajo esas circunstancias.
La situación se ha vuelto aún más grave, ya que Shakeri se encuentra actualmente prófugo y permanece en Irán, lo que complica las posibilidades de su arresto y procesamiento. Además, la investigación ha llevado a las autoridades a arrestar a otros dos hombres en relación con otros complots de asesinato, incluido uno que tenía como objetivo a una prominente periodista iraní-estadounidense, quien ha sido blanco en múltiples ocasiones de amenazas de muerte.
El secretario de Justicia de EE.UU., Merrick Garland, no dudó en enfatizar la seriedad de la amenaza iraní, señalando que “hay pocos actores en el mundo que representan una amenaza tan grave para la seguridad nacional de Estados Unidos como lo hace Irán”. Esta declaración resuena en un contexto donde las tensiones entre Teherán y Washington han alcanzado niveles críticos.
El complot se hace eco de otros esfuerzos recientes atribuidos a Irán, como el caso de un hombre paquistaní acusado el verano pasado por su conexión con un complot similar dirigido a funcionarios estadounidenses. Además, operativos iraníes han intentado interferir en el proceso electoral mediante hackeos y filtraciones de correos electrónicos pertenecientes a asociados de la campaña de Trump, lo que ha llevado a analizar la posibilidad de que estas acciones sean parte de una estrategia más amplia para desestabilizar la política estadounidense.
La oposición de Irán a Trump se ha intensificado desde que su administración se retiró del acuerdo nuclear en 2018, reimponiendo sanciones que han debilitado la economía iraní y culminando con el asesinato del general Qassem Soleimani. Esta serie de eventos ha fomentado un ambiente de venganza y resentimiento dentro del régimen iraní, que ha dejado claro su deseo de tomar represalias contra funcionarios estadounidenses.
En respuesta a la revelación del complot, el portavoz de Trump, Steven Cheung, aseguró que el presidente electo está al tanto de la situación y se mostró firme en su determinación de regresar a la Casa Blanca. Cheung afirmó que nada disuadirá a Trump de “restaurar la paz en todo el mundo”, a pesar de las amenazas que enfrenta.
El complot de asesinato, al descubrirse en un momento crítico tras las elecciones, plantea interrogantes sobre la seguridad de los líderes estadounidenses y la capacidad del gobierno para proteger a sus funcionarios en medio de crecientes tensiones internacionales. Las autoridades han intensificado las medidas de seguridad y continúan investigando la red de conspiradores que podrían estar involucrados en este y otros ataques dirigidos a figuras políticas estadounidenses.
A medida que se desarrollan los acontecimientos, el Departamento de Justicia y las agencias de inteligencia señalarán el estado de alerta ante posibles represalias y la necesidad de fortalecer la seguridad de los funcionarios en un entorno caracterizado por tensiones crecientes con naciones como Irán. La situación subraya la complejidad de las relaciones internacionales modernas y el peligro que presentan los grupos radicales que operan desde el extranjero, planteando un desafío significativo para la administración entrante.
En resumen, la revelación de este complot iraní no solo pone de relieve las amenazas a la seguridad nacional de Estados Unidos, sino que también marca un aviso claro sobre la frágil estabilidad geopolítica en la que se encuentra el país. A medida que el nuevo gobierno se prepara para asumir el poder, la vigilancia y la seguridad serán temas críticos que definirán su mandato y su enfoque hacia Irán y otros actores relevantes en la escena internacional.
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