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¡Disfruta lo que votaste! (Segundo piso de MAGA)

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**Déjà Vu: Una Elección Americana y su Eco en México**

“It’s déjà vu all over again”. Esta célebre frase del icónico pelotero Yogi Berra resuena con fuerza en el contexto político actual. La sensación de que estamos viviendo un ciclo que ya hemos experimentado se hace palpable cuando comparamos la reciente elección en Estados Unidos con el proceso electoral en México hace apenas medio año. En ambos escenarios, la expectativa de resultados reñidos se desvaneció ante la contundente victoria de los favoritos, que barrieron a sus oponentes con una marea de votos.

El martes negro en Estados Unidos evocó recuerdos de la contienda electoral mexicana, donde las predicciones de un resultado cerrado se transformaron en una victoria aplastante. Los medios de comunicación, que durante meses habían advertido sobre los peligros del populismo radical, se encontraron nuevamente sorprendidos por la realidad de un electorado que ya había tomado su decisión mucho antes del cierre de las urnas. Es un fenómeno que nos lleva a cuestionar la efectividad de las narrativas y análisis que dominan el discurso político.

La figura de Donald Trump, al igual que la de ciertos líderes en México, se sostiene sobre una base de fervor y lealtad casi religiosa por parte de sus seguidores. Ambos bandos, “magas” y “chairos”, han encontrado en sus respectivos líderes la justificación para abrazar ideologías que, a menudo, se alimentan de la polarización y el nacionalismo. Sin embargo, esta lealtad ciega puede llevar a una peligrosa desconexión con la realidad, donde los hechos son manipulados para encajar en una narrativa que beneficia únicamente a unos pocos.

La elección en Estados Unidos ha dado paso a un “MAGA’s second floor”, que simboliza una nueva etapa en la política norteamericana, donde la mayoría del electorado se siente identificado con una plataforma que, a pesar de sus críticas, continúa ganando terreno y legitimidad. En México, los ecos de esta situación son evidentes, donde el populismo también ha encontrado su lugar en el corazón de muchos ciudadanos.

El reto ahora es observar cómo estas dinámicas se desarrollarán en el futuro cercano. Ambas naciones comparten una relación simbiótica que, aunque depende mutuamente de sus estilos de vida, se caracteriza por un desequilibrio que favorece a uno de los lados. La presión que ejerce Estados Unidos sobre México para contener el flujo migratorio y facilitar su modelo económico se traduce en una relación que, a menudo, se siente más como un matrimonio tóxico que como una alianza equitativa.

Mientras tanto, el narcotráfico emerge como un tema central en esta compleja interacción. La relación entre las autoridades mexicanas y los capos del narcotráfico se ha convertido en un punto de interés para ambos países, revelando la interconexión entre el crimen organizado y las políticas estatales. Esta vinculación puede resultar incómoda, pero es crucial para entender cómo se han tejido las redes de poder en la región.

El recuerdo de situaciones pasadas, como la liberación del general Cienfuegos por parte de Estados Unidos, se vuelve una constante en la memoria colectiva. La narrativa que rodea a estos eventos nos lleva a cuestionar la legitimidad de las decisiones políticas y la realidad detrás de las apariencias. La falta de memoria sobre estos episodios facilita que se repitan errores del pasado, creando un ciclo que parece interminable.

Con el regreso de Trump al poder, las implicaciones no solo afectan la relación bilateral entre Estados Unidos y México, sino que también podrían tener un impacto significativo en el orden global. La posibilidad de que se erosionen instituciones claves en el sistema político estadounidense, como el Poder Judicial y los organismos electorales, plantea un escenario que resulta familiar y perturbador. Si estas instituciones son socavadas, el sentido de democracia y gobernanza en el país podría verse comprometido, lo que a su vez repercutiría en su interacción con el resto del mundo, incluido México.

En este contexto, es crucial que la sociedad civil de ambos países se mantenga alerta y crítica ante las decisiones de sus líderes. La repetición de errores del pasado no solo es un déjà vu, sino una oportunidad para aprender y avanzar hacia un futuro más equitativo y justo. La historia ha demostrado que la pasividad puede llevar a situaciones indeseables, y es responsabilidad de cada ciudadano exigir rendición de cuentas y transparencia en el ejercicio del poder.

Así, mientras observamos cómo se desarrolla esta nueva etapa en Estados Unidos, es fundamental recordar que el futuro depende de nuestra capacidad para aprender del pasado. La historia se construye con acciones, no solo con palabras, y es en este terreno donde podemos forjar un camino que nos lleve a un destino más prometedor. La invitación es clara: que las lecciones del pasado no se conviertan en meros recuerdos, sino en herramientas para transformar la realidad.

En conclusión, el déjà vu que experimentamos en estos momentos es un recordatorio de que, aunque los ciclos políticos puedan parecer cíclicos, siempre hay espacio para el cambio y la evolución. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a aprender de nuestras experiencias o simplemente nos conformaremos con repetirlas? La respuesta a esta interrogante definirá el rumbo de nuestras naciones en los años venideros.

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