×

¡Fulano ya se hincó!

¡Fulano ya se hincó!

**El Amor y la Sabiduría: Una Reflexión sobre el Desorden y la Ignorancia**

El cuento que abre hoy el telón de esta columna es sicalíptico. Personas de moral estricta, absténganse de su lectura. Un tráiler venía cargado con más de 40 toneladas. Excedía, por supuesto, el límite legal, pero en este país todo se puede arreglar porque todo está desarreglado.

Al llegar a una cuesta descendente, el chofer del pesadísimo camión se percató con asombro de que una pareja estaba haciendo el amor en pleno centro de la carretera. Si los desatentados amantes no se quitaban de ahí, seguramente los aplastaría. Hizo sonar su sonoroso claxon varias veces, pero el hombre y la mujer parecieron no oírlo: siguieron en los meneos de su agitado “in and out”.

Reuniendo todas sus fuerzas, el conductor aplicó en los últimos segundos los poderosos frenos ABS de su enorme vehículo, y el tráiler se detuvo a unos cuantos centímetros de los desaprensivos folladores. Se levantaron ellos tranquilamente de su incómodo tálamo de asfalto y se arreglaron la ropa, imperturbables, pues habían terminado ya su pasional afán.

“¿Están ustedes locos?” –prorrumpió el trailero, indignado–. “¿Qué es eso de hacer el amor en medio de la carretera? ¿Se trata de una apuesta o es alguna forma de erotismo acompañado de peligro? ¿Por qué no se quitaban de ahí, insensatos? ¡Estuve a punto de atropellarlos! ¡Ya estaba yo llegando!”

“Mira” –le respondió con toda calma el individuo–. “Tú ya estabas llegando. Ella ya estaba llegando. Yo también ya estaba llegando. Y el único que podía detenerse eras tú”.

Este curioso episodio no solo refleja la locura de la vida moderna, sino que también nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana, el desenfreno y la falta de consideración por el prójimo. En un mundo donde la moral se ha flexibilizado, situaciones como esta parecen ser cada vez más comunes.

En nuestra sociedad, el desorden se ha vuelto una constante. Las normas que antes regulaban la convivencia parecen haber perdido su fuerza. Este descontrol, sin embargo, no es exclusivo de situaciones de índole sexual. Se manifiesta en múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana, desde el tráfico caótico hasta la falta de respeto en espacios públicos.

Al hablar de educación y conocimiento, es imposible no recordar la gran Enciclopedia Espasa que se conservaba en la oficina de la dirección del glorioso Ateneo Fuente, centenaria institución de mi ciudad, Saltillo. Era director del Colegio don José García Rodríguez, maestro venerable como el de la “Juvenilia” de Miguel Cané. Don Pepe era poeta. Escribió bellísimos sonetos. Al mismo tiempo, fue noble prócer cívico: estuvo entre los primeros coahuilenses que desconocieron al gobierno espurio de Victoriano Huerta.

Otro insigne y querido ateneísta, el licenciado Severiano García, llamado “El Chato” por sus estudiantes, profesaba la cátedra de Lógica y sentía gran respeto por aquella enciclopedia. En sus páginas, solía decir, estaba todo el conocimiento humano.

Cierto día, un joven catedrático de nuevo ingreso, a quien para efectos de esta narración llamaré Fulano, se atrevió a contradecir al Chato. “La Enciclopedia Espasa” –declaró con suficiencia– “no es tan perfecta como dice usted, maestro. Yo busqué en ella una palabra de uso muy común, y no la hallé”.

“¿Qué palabra es esa?” –se amoscó don Severiano–. “Barómetro” –replicó, seguro, el neófito. “Seguramente la enciclopedia la registra” –acotó el licenciado García. “No, maestro” –repitió el otro–. “Mire”. Y así diciendo se puso de rodillas para sacar de la parte baja del librero el tomo correspondiente a la letra v.

Y es que el novato pensaba que la palabra “barómetro” se escribía con uve o ve corta. “¡Ya se hincó Fulano!” –exclamó el Chato. Desde entonces, esa frase: “¡Ya se hincó Fulano!”, se usó en el Ateneo para señalar al que caía en evidente error.

Han desaparecido las enciclopedias en la forma en que las conocimos. Ahora se nos presentan ya no en papel, sino en los artefactos digitales propios de nuestra época. En verdad, yo no lamento eso, pues me gusta la idea de llevar varios diccionarios en la bolsa de mi camisa.

Siento nostalgia, desde luego, por los preciosos libros que ahora constituyen un elegante adorno. Pero en lo que a enciclopedias se refiere, me parece mejor el tiempo de hoy que el del pasado. Y espero que nadie me diga por hacer esa declaración: “¡Ya se hincó Fulano!”.

Ambas historias, la del camión y la de la enciclopedia, nos muestran que vivimos en un mundo donde la falta de atención y el desconocimiento pueden llevar a situaciones ridículas y peligrosas. En la carretera, la imprudencia de unos puede ser fatal para otros; en la educación, la ignorancia puede exponer a la ridiculez a quienes se sienten seguros de su conocimiento.

La reflexión que surge de estas anécdotas es clara: debemos ser más conscientes de nuestro entorno, ya sea en la carretera o en el ámbito del conocimiento. La educación es fundamental para evitar caer en errores evidentes y, al mismo tiempo, para convivir en armonía con los demás.

En un mundo cada vez más interconectado, donde la información fluye a gran velocidad, es vital que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad de educarse y de ser un miembro respetuoso de la sociedad.

Así, la vida nos enseña constantemente. Ya sea a través de situaciones cómicas o de momentos de reflexión profunda, siempre hay una lección que aprender. Y al final, como en el caso del tráiler y la pareja en la carretera, cada uno de nosotros tiene el poder de decidir cómo reaccionar ante las circunstancias de la vida.

La historia de Fulano y su malentendido con la Enciclopedia Espasa nos recuerda la importancia de la humildad y el reconocimiento de nuestros propios límites. La sabiduría no reside solo en el conocimiento acumulado, sino en la capacidad de aprender de nuestros errores y de los errores de los demás.

Por lo tanto, en este recorrido entre lo sicalíptico y lo educativo, nos queda la pregunta: ¿estamos dispuestos a detenernos a reflexionar sobre nuestras acciones y sus consecuencias, o seguiremos avanzando sin mirar atrás?

La respuesta puede definir no solo nuestro futuro personal, sino también el de nuestra sociedad. La educación y la responsabilidad son herramientas esenciales para construir un mundo mejor, donde el respeto y la sabiduría prevalezcan sobre el desorden y la ignorancia.

FIN.

Publicar comentario